Coches autónomos, la seguridad a examen tras el accidente de Uber
No vio a nadie y empezó a atravesar la calzada. Sabía que no estaba cruzando por el paso de peatones, que se encuentra unos metros más adelante, pero no tiene porqué pasar nada. Sin embargo, sucedió lo inesperado.
Rafael Vasquez, 44 años, ingeniero de pruebas del Volvo XC90 de Uber con sistema de conducción autónoma, circulaba como cada día desde el pasado mes de febrero de 2017 a 40 millas por hora (64,37 km/h) por una de las carreteras cercanas a la Universidad del Estado de Arizona, en Tempe.
Los sistemas del coche autónomo (desarrollados por Uber), con los radares Lidar y los sensores de proximidad y de peatones activados no la detectan, hay poca visibilidad, poca luz. Ella ni siquiera ha reparado en que se acercaba el coche. "Rafael la ve en el mismo momento en el que el Volvo ya está encima", comentó una fuente.
El coche colisionó con Elaine Herzberg y cayó al suelo inconsciente, malherida. Rápidamente el propio Rafael, que colaboró con la policía en todo momento, llamó a los servicios de emergencia. Trataron de socorrerla pero horas después falleció.
Por motivos que aún no se han aclarado ni el sistema de conducción autónoma ni el propio empleado de Uber fueron capaces de identificar que una mujer estaba cruzando la carretera por un lugar no señalizado a tal efecto.
La realidad es dura, y a veces es la peor enemiga del progreso optimista. El coche autónomo aún está lejos de ser una realidad porque su tecnología no es infalible, lo que da lugar a una paradoja porque si no es infalible hay que seguir probándola hasta que lo sea: una exposición continua de ensayo y error que puede salpicar a terceros.
Uber y otras compañías que desarrollan tecnología de autoconducción, como Waymo y General Motors, tendrán que trabajar para demostrar que sus vehículos autónomos son más seguros que los manejados por humanos.
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