“Es hora de abolir el cambio de reloj y adoptar la hora estándar permanente en Estados Unidos”. La Sociedad de Investigación del Sueño (SRS o Sleep Research Society) lo tiene claro y lo ha dejado entrever en un artículo publicado en su revista oficial, Sleep.
El horario de verano (DST, por sus siglas en inglés: daylight saving time) consiste en adelantar la hora del reloj una hora cada primavera, para luego volver en otoño a la hora estándar (ST, standard time).
Tras analizar las consecuencias para la salud y la economía de seguir con este cambio y las otras dos posibilidades, permanecer de modo permanente con el horario de verano o bien con el estándar (el de invierno), los expertos de la sociedad consideran que lo mejor es esto último.
Sin embargo, los físicos José María Martín Olalla de la Universidad de Sevilla y Jorge Mira de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) han escrito a los editores de la revista defendiendo que es mejor seguir con el cambio estacional de hora.
Pese a ello opinan que el cambio de primavera llega demasiado pronto en ese país, y el cambio de otoño se retrasa demasiado, lo que incide especialmente en las personas con jornada laboral más adelantada.
A juicio de los investigadores, si se admite que las fechas de los cambios de hora deben modificarse en beneficio de la población, el cambio de primavera debería producirse tras el equinoccio, principios de abril, como ocurría en Estados Unidos hasta el año 2007.
“De la misma forma, si el cambio de otoño llegara a principios de octubre, como era hasta 1954, muchos trabajadores y niños en edad escolar dejarían de estar sometidos a las estresantes horas crepusculares de las mañanas de octubre”, detalla el estudio.
Los investigadores señalan que las sociedades modernas, regidas por horarios preestablecidos, solo pueden regular estacionalmente su actividad a golpes de una hora, como se hace con el actual cambio.
Los inconvenientes momentáneos de esta alteración se compensan con una mejor alineación del inicio de la actividad con el amanecer. En su trabajo apuntan que, en la práctica, la población no varía sus horarios tras los cambios, un indicio del éxito de la medida.
“No es fácil mantener un piñón fijo de reloj todo el año, cuando las horas de salida del sol cambian de invierno a verano, aliviamos esa necesidad cambiando estacionalmente la hora, y si no lo hiciéramos, cambiaríamos estacionalmente los horarios de trabajo”, matizan.
Los autores subrayan el hecho de que el día invernal es corto, lo que condiciona la actividad humana; mientras que la noche estival es también de menor duración, lo que condiciona la conciliación del sueño, y todo con independencia de hacer o no el cambio de hora.
NECESIDAD DE CAMBIO
Los expertos españoles que defienden el cambio de hora

Proponen una adaptación preventiva alterando. (Foto: Envato)
Los autores subrayan el hecho de que el día invernal es corto, lo que condiciona la actividad humana; mientras que la noche estival es también de menor duración, lo que condiciona la conciliación del sueño.
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