ÁTOMOS DE SODIO

El telescopio más grande de la historia descubre nuevos mundos

El VLT opera ahora en un modo especial. (Foto:  ESO-A. Ghizzi Panizza)
El VLT opera ahora en un modo especial. (Foto: ESO-A. Ghizzi Panizza)
El responsable es el VLT (Very Large Telescope) y el objetivo de sus láseres es crear estrellas artificiales a unos 90 km de altura.
En las enigmáticas noches del árido desierto de Atacama, un incauto visitante presenciaría un impresionante espectáculo que rivalizaría con las escenas épicas de las películas de Marvel. Una criatura misteriosa emite poderosos rayos láser de color naranja desde las montañas hacia el centro de la galaxia. Esto no es un producto de la ciencia ficción.

El artífice detrás de esta maravilla es el VLT (Telescopio Muy Grande), cuya misión consiste en generar estrellas artificiales a aproximadamente 90 kilómetros de altura, en una región rica en átomos de sodio.

Este proceso tiene como objetivo afinar la precisión del telescopio, permitiéndole observar el espacio como si estuviera fuera de la atmósfera terrestre, sin verse afectado por su interferencia.

Lamentablemente, al llegar a este lugar después de conducir durante casi dos horas por solitarias carreteras desde Antofagasta, nos perderíamos este asombroso fenómeno.

Actualmente, en las instalaciones del Observatorio Europeo Austral (ESO) en el cerro Paranal, ubicado a 2.635 metros sobre el nivel del mar y hogar del VLT, no se utilizan láseres y la noche no es oscura. La luminosa luna llena ilumina el desierto de manera intensa, pero esto no impide que los astrónomos trabajen con total dedicación.

En esta ocasión, están enfocados en observar la Vía Láctea en el espectro infrarrojo, donde la presencia de la luna no interfiere y los láseres no son requeridos. El VLT está operando en un modo especial que combina los cuatro telescopios unitarios (denominados UT1, 2, 3 y 4), cada uno con espejos de 8,2 metros de diámetro, para crear un telescopio virtual conocido como VLTI (Interferómetro del VLT), que equivale a tener un espejo con una capacidad de resolución espacial de hasta 130 metros.

Esta técnica ingeniosa, llamada interferometría, requiere una sincronización precisa que implica ralentizar y combinar la luz captada por todos los telescopios a través de un complejo sistema de espejos subterráneos ubicados en intrincados túneles.

Los avances tecnológicos han posicionado al VLT como uno de los telescopios ópticos más avanzados del mundo. "Este telescopio ha contribuido significativamente a tres premios Nobel de Física", señala la astrónoma española Itziar de Gregorio, responsable del departamento de ciencia en ESO Chile.

En primer lugar, el VLT contribuyó al descubrimiento de la expansión acelerada del universo mediante la observación de supernovas, lo que contribuyó al Nobel de Física en 2011. También fue responsable de la primera imagen directa de un exoplaneta en 2004, que posteriormente fue galardonada en 2019.

Además, sus investigaciones sobre el movimiento estelar en el centro de nuestra galaxia revelaron la existencia del agujero negro supermasivo de la Vía Láctea, reconocido con el Nobel en 2020.

Precisamente en esta noche, en el centro de control del interferómetro del VLT, está trabajando parte del equipo liderado por uno de los ganadores del último premio Nobel, Reinhard Genzel, del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre en Alemania. Este grupo de investigadores se ha desplazado a Paranal para continuar monitoreando su agujero negro. Este logro científico no habría sido posible sin un desarrollo crucial: el instrumento GRAVITY.

"Con GRAVITY, logramos una resolución 15 veces mayor que la obtenida con un solo telescopio. Los descubrimientos a menudo son posibles gracias a nuevos instrumentos, rara vez surgen solo de la reflexión", comenta Stefan Gillessen, del instituto alemán.

El desarrollo de este interferómetro tomó una década y se destacó por su importancia en la observación de una estrella que orbita el centro de nuestra galaxia cada 16 años, lo que confirmó la teoría de la relatividad de Einstein.

Es aquí donde entra en juego el futuro Telescopio Extremadamente Grande (ELT), que, con su espejo de 39 metros de diámetro, se convertirá en el telescopio óptico más grande jamás construido. Este gigante superará al telescopio de 10,4 metros ubicado en La Palma, Canarias.

¿Por qué se está construyendo este colosal telescopio? El actual VLTI tiene sus limitaciones: solo un tercio de la luz captada llega a sus instrumentos, requiere largos períodos de observación, no puede detectar objetos débiles y demanda un procesamiento de datos complejo.

En contraste, el nuevo ELT tendrá un área de recolección de luz 100 veces mayor, equivalente a 978 metros cuadrados. De hecho, capturará más luz que la suma de todos los telescopios del mundo con diámetros de entre 8 y 10 metros.

En 2004, el consejo de ESO estableció la construcción del ELT como una prioridad estratégica para mantener el liderazgo científico de la institución. Después de realizar diversas pruebas de concepto, que incluyeron la consideración de un telescopio de 100 metros, se eligió el cerro Armazones, a 3.046 metros sobre el nivel del mar y a 20 kilómetros de Paranal, como su ubicación.

Ese mismo año, comenzaron los trabajos en el terreno, que incluyeron la voladura de una parte del cerro para crear la base del telescopio.

Casi una década después, estamos aquí para presenciar el progreso de esta monumental construcción. El paisaje, con el gigante en desarrollo y su entorno, es verdaderamente impresionante.

Gracias a las excepcionales condiciones de visibilidad en el desierto, desde este lugar podemos divisar el volcán Llullaillaco, que en el pasado fue un santuario inca. Lo observamos a más de 200 kilómetros de distancia, en la frontera con Argentina.

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