En las fotos analizadas de parejas que no se conocían entre sí, el número de correlaciones fue muy alto: 75 de similitud en 25 de 32 parejas. (Foto: Envato)

Todo el mundo tiene un doble, ahora la ciencia lo confirma

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El habitante número 8.000 millones acaba de nacer en República Dominicana. Con tantas personas en el planeta, es probable que haya gente parecida a nosotros en alguna parte del mundo. 

La pregunta es hasta qué punto son iguales a nosotros. Los científicos creen que una persona que sea 100% idéntica a uno de nosotros es difícil, pero que lo sea al 80% no es tan raro. ¿Por qué? Un grupo de científicos se ha puesto a estudiar las causas y las implicaciones que esto puede tener.

Publicado en la revista Cell Reports, el equipo del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, dirigido por Manel Esteller, investigó por qué hay personas que tienen la misma cara sin ser parientes.

Los investigadores contactaron con 32 parejas voluntarias del proyecto del fotógrafo François Brunelle, un artista canadiense que fotografía personas parecidas alrededor del mundo desde 1999. Las fotos de sus rostros fueron analizadas con distintos softwares de reconocimiento facial. En gemelos, la similitud estaba entre el 90% y el 100%.

Por su parte, en las fotos analizadas de parejas que no se conocían entre sí, el número de correlaciones fue muy alto: 75% de similitud en 25 de 32 parejas.

Para llegar al porqué, los científicos examinaron el material biológico, el genoma y dos componentes más: el epigenoma, las marcas químicas que controlan el ADN, y también el microbioma, el tipo de virus y bacterias que poseemos en el intestino y en otras partes del cuerpo. 

La genética terminó de emparejar a esas personas con un parecido más que razonable, mientras que la epigenética y el microbioma, los parámetros más relacionados con el entorno o el estilo de vida, los distanció.

Lo que el estudio establece es que las parejas que se parecen tanto tienen una genética similar, aunque no tengan familiares en común. Sencillamente, la casualidad o el azar puede hacer que se creen zonas o secuencias del ADN idénticas en estas personas.

Un dato aún más curioso es que los voluntarios compartían rasgos no sólo físicos, sino también de personalidad. Tuvieron que completar un cuestionario con más de 60 preguntas sobre sus hábitos de vida y en algunos casos hubo bastantes similitudes.

Hábitos como el tabaquismo y circunstancias como el nivel de educación se correlacionaron, lo que parece sugerir que la genética compartida también puede influir en el estilo de vida y la personalidad.

Según explican los investigadores, estos análisis pueden ser vitales para la medicina, ya que los genes identificado, importantes para determinar la forma de la cara, también podrían estar implicados en distintas patologías. Por tanto, a partir de una cara se podría deducir una parte del genoma de esa persona, un hallazgo importante para diagnosticar enfermedades genéticas. 
 
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